Leyendo novelas inglesas traducidas por los españoles (fragmentos)
“Advertencia: si lees esto no duermes esta noche. Mi teoría física de los seres invisibles es ésta: así como existen frecuencias de sonido que el oído humano no puede detectar -pero sí algunos animales, por ejemplo la del silbato para perros- de igual modo es posible que existan seres que el ojo humano no puede ver (pero algunos animales sí). Lo que falta es la tecnología para detectarlos, pero lógicamente pueden existir entre nosotros.”
“(…) Miré fijo a Pedro, el almacenero, cuando me dijo semejante frase mientras me vendía un paquete de yerba mate. Él estudiaba filosofía en sus ratos libres, participaba de un círculo los jueves en la biblioteca popular. Aprovechaba para leer cuando cerraba el negocio, por supuesto, o cuando podía atenderlo su hija (cada vez menos porque Clara también tenía que estudiar). Por eso él respeta todos los feriados que pueda haber. Mañana cierra así que si te quedaste sin cigarrillos, azúcar o coca cola, lola (mento), habrás de buscar en otro lado. Resulta que yo le había preguntado en qué andaba con la filosofía, y lo que me dijo Pedro fue: “Mirá, creo que Nietzsche señaló una dificultad extrema, fundante, una cuestión verdaderamente radical, bastante terrible y que probablemente es insoportable, al menos para nosotros: si es posible vivir sin ídolos, pero de ninguna clase, eh, nada de nada, de ningún tipo, a ninguna escala, en ningún ámbito y de ninguna naturaleza, nada, ni humanos, ni abstractos, ni nada.” Me dejó quieto. “Ah, groso mal” -le dije. Me cobró y agregó: “Eh, qué macana lo de los chavitos, siete a cero es como mucho ¿no?” Y sí, la verdad -le contesté- Ah, feliz día del padre -le dije, me agradeció y me fui. (…)”
“Caminábamos por el parque, por obligación, porque hay que mejorar la salud, retomar el contacto con la naturaleza etcétera. Jorge necesitaba caminar, yo también en parte. Entonces fuimos y me contó de lo de la filosofía alemana, sus desventuras con los profesores que intentan, tratan, pretenden, enseñar Heidegger. El punto cúlmine de la filosofía y además como sinónimo de Alemania. Filosofía = Alemania. Beckenbauer. Mundial. Todo. Un profesor de provincia que dice que su filósofo preferido es ése es porque es lo que hay que decir. Na, bue, quévacer. Lo que pasa Jorge es que nadie habla de Adorno, Theodor Wiesengrund Adorno. Creen que la filosofía es una especie de budismo alemán. Denso caldo de esencias que aquí huelen como algo afín a su sensibilidad de derechas. Pero del otro, Adorno, no dicen nada. Mirá: el apellido alemán de Theodor era Wiesengrund pero él adopta el de la madre que es italiana, corsa, Calvelli Adorno della Piana, amante de la música ella. Entonces él es conocido como Theodor W. Adorno (su apellido alemán queda como una inicial de segundo nombre, con un punto) Entonces premonitoriamente es un desplazado italianizante crítico de la alemanidad o de su culto a ultranza. De hecho, escribe calificando a la filosofía de Heidegger como la “jerga de la autenticidad”. Y luego tiene que exiliarse a los Estados Unidos a causa de los nazis. A esos alemanes nadie los lee, ni los enseñan. Cuánta gente en el parque, se ve que muchos están pasados de rosca o tortillas de grasa.”
“(…) -La libertad y esas boludeces. Es que nadie es libre- dijo Luis y tomó un trago de ginebra.
Clara terminó de tomar su mate y sonrió, sabía que Gabriel esperaba una respuesta de ella, la profesora de filosofía amante de Sartre. Clara le pasó un mate a Gaby y dijo:
-La libertad no es un hecho fáctico, comprobable y objetivo. No existe como tal ahí afuera. Sos libre pero no lo eres hasta que actúes con libertad. Porque también sos responsable de tu estado de no-libertad, por comodidad, por lo que sea. Ponele ¿sos libre de llamar a Marianela ahora mismo y decirle que la amas, que vas muerto por ella?
-Claro que podría — respondió Luis.
-Hacelo, sé libre, liberate — le propuso Clara.
-No, ella podría rechazarme-dijo Luis
-Ella es libre de rechazarte, pero a los fines de tu libertad eso no importa, eres libre aunque el mundo no te premie por ello, no esperes palmadas de nadie.
-No la llamaré ahora.
-Bueno, sos libre pero no lo haces por miedo. No niegues la libertad inherente de la existencia a causa del cagazo por existir.
-Dale — y se mandó otro taco. (…)”
“(…) Fuimos al Taller de Poesía de 15 minutos del legendario Henry Syd en su casa de Almagro donde, en la parte de adelante, funcionaba una oficina de seguros. Aunque de saco y corbata daba desaliñado. Eran las cuatro de la tarde de un frío martes de mayo y nos invitó un café de cafetera. No demoramos, nos dio un sobre carta a cada uno: “Lean esto, reflexionen y cuando puedan escriban uno de cada uno y se los pasan entre ustedes. Listo.” El taller había terminado. Eso era todo, principio y fin. Le agradecimos y salimos. Luis tomó el colectivo a casa de su novia, yo pasé por el Chino. Al llegar al depto abrí el sobre, solo había una tarjetita con esta frase: “El poeta superior dice lo que siente de verdad; el poeta mediano, lo que decide sentir, y el poeta inferior, lo que cree que debe sentir. Fernando Pessoa (…)”
“(…) Cuando vivía solo en la metrópoli compré un libro de Pessoa para sostener la soledad, esa de las 7 de la tarde cuando la velocidad de cientos de autos por la avenida me sumergía en la melancolía con un café en la estación de servicio de la esquina del depto de 2 ambientes. El “Libro del desasosiego”, jamás mejor dicho, cuando estás en punto donde los colores del pasado, el presente y el futuro componen un blanco intenso y luego de nuevo los colores, la difracción de la luz que va y viene al paso del día. Bernardo Soares tal vez salvaría vidas al enseñar que una áspera tristeza podría volverse soportable a condición de hacerte de una contemplación radicalmente estética de la vida. No pude terminar el libro, y ese pocillo de café es interminable. Está ahí, en el cuarto, en una biblioteca, guarda la memoria de pequeños e infinitos abismos cotidianos.” (…)
“(…) Para pasar el rato miramos la tele, casi las 12 de la noche ya. Otro día comienza, otro vino se acaba. En el aviso publicitario de un auto de gama media me sorprendió con una frase dicha desde fondo de su lengua de trapo: -Estamos globalizados de la peor manera. (…)”
“(…) Siempre los libros traducidos al español tienen cosas escritas para la mierda. Dejé el libro, esa noche con mi amigo ideamos algo que presumíamos genial y que nos podría otorgar dividendos: nominar a los festivales según lo que se toma o consume. Exempli gratia (e.g.): “4° Jornadas del Alcohol y la Nicotina”, “16° Festival del Agua Sin Gas, el MDMA y el Veneno Para Ratas”; o bien “XII Encuentro de Choripán, Empanadas y Vino”, etcétera. Lo demás no importa. No importa de qué se trate, lo que importa es qué se consume, lo principal y elemental. Pensamos en que Amir fuese al día siguiente, ese mismísimo lunes, a registrar nombres al I.N.P.I., el Instituto Nacional de Propiedad Industrial, que es donde se registran esas cosas y cuando alguien las quiere usar debe pagarte. Sin embargo, no lo hizo, justamente porque era lunes, porque los lunes nada puede hacerse, solo hay que pasarlos sin moverse demasiado ni hacer barullo, tragarlos como se traga un jarabe y continuar con la recuperación hasta el martes.” (…)
Egipto Johnson: “Leyendo novelas inglesas traducidas por los españoles”, Custom, 2016.