Pastoral y seducción

Juan Anselmo Leguizamón
6 min readNov 14, 2015
The Wolf of Wall Street

LA ÚLTIMA CAMPAÑA POLÍTICA DEL SIGLO VEINTE

Quince años después parece que Argentina se aleja del siglo veinte hacia una contemporaneidad borrascosa y difícil de asir, cierto tembladeral de lo que antes se conocía como la modernidad y sus pretensiones siempre inconclusas: la separación entre las esferas de lo público y lo privado, de la creencia y de la razón, del estado y las religiones, del “mito” y del “logos”.

Qué rimbombante, todo el mundo asegura vivir en tiempos de cambio en todos los tiempos, es una sensación de privilegio cósmico. Pero no, las épocas no cambian, a lo sumo se deslizan unas sobre otras, se solapan, se mezclan, no hay una época pura que termine un domingo a las 6 de la tarde para que arranque otra. A lo sumo te das cuenta diez años después de que el aleteo de aquella mariposa en Australia provocó un vendaval en, ponele, Santiago del Estero.

La cuestión es que hoy se ha vuelto más patente que una manera de interpelación política ha quedado desfasada de una realidad que, poco a poco, cae dominada por otros modos de comunicar, de provocar adhesión, de estar a favor y en contra. Aparecen en la “polis” modos de convocar “adeptos” que se usaban antes en otros ámbitos como la publicidad, el márquetin y en ciertas vertientes de cuño religioso o espiritual, los neo tal cosa y los llamados New Age o de autoayuda.

Se han fusionado dos modalidades de acción discursiva e imagen (o de lo imaginario): una que proviene de la venta de un producto, que no se presenta sólo como producto sino como una promesa de algo más: bienestar personal, éxito social, atracción y belleza; con la segunda, que es la promesa de felicidad y salvación a través de la fe, la creencia, colectiva o mediante el trabajo interno de cada individuo. Ambas apuntan fundamentalmente al individuo y su ánimo, sus emociones y sensaciones, las que determinarán cualquier argumento racional, es decir que las razones servirán de apoyo o de justificación posterior de esa emoción o creencia que ya tengo asumida desde antes. Siento/ creo, luego pienso/ existo.

Los dos modos clásicos de sumar a alguien a una “causa” o de hacerle “reconocer una verdad” eran convencer y persuadir. Al otro se lo convence con argumentos, con razones, y se lo persuade con un discurso bien elaborado, con los recursos retóricos acertados para el caso. Esto ya lo sabe la publicidad donde persuadir es elaborar un discurso acertado en términos formales, de estilo, que resulte conveniente para un perfil de público consumidor. Se convence con “lo que se dice” y se persuade con “la manera de decirlo”. Ahora bien, al convencimiento y la persuasión se le agrega ahora una tercera modalidad cuyos enigmas aún no –y tal vez nunca- se terminan de desentrañar: la seducción.

¿Cómo opera la seducción? No se trata ya de convencer al otro ni de persuadirlo, sino de seducirlo. Es la estrategia que no necesita de argumentos, tal vez sí de ciertas maneras pero habría algo más que eso en la seducción. Dice Baudrillard que “I´ll be your Mirror” no significa “Yo seré tu espejo” sino “Yo seré tu ilusión”. Es, diríamos, el enigma de nuestro tiempo que comienza a operar en diferentes ámbitos de la cultura y la sociedad, y que está atravesando lo político. Es por eso que hay resonancia entre lo publicitario, la afirmación de creencias y las adhesiones a ciertas figuras de la “polis” cuyo propósito sería seducir, sobre todo. Por supuesto, no hay claridad conceptual en la seducción, podría decirse incluso que fagocita las razones y la retórica persuasiva, deglute a la convicción y a la persuasión. O bien la seducción provoca una convicción interna, personal, emotiva y/o espiritual sin dar explicaciones -y sin pedirlas ni necesitarlas, además. Ya no alcanzan los argumentos y no es suficiente la palabra justa, hace falta más. ¿Qué?

En Facebook, en estos días vibrantes de campaña ante el primer balotaje de la historia política argentina, algunos usuarios marcaron similitudes: el uso de la palabra “fe” y “esperanza” y una espiritualidad New Age de cuño indio (Marcelo Pelissier), el estilo de pastor pentecostal de un candidato (Rodolfo Legname, Andrea Giunta) y la diferencia entre un candidato que se dirige a la “grey”, a un colectivo, al estilo católico, y el otro que se dirige al “vos”, al individuo, al estilo evangélico (Guillermo David). Los tres tienen como puntos en común las figuras y discursos de la creencia, la fe y la espiritualidad operando en lo político: el suami, el sri-sri, el gurú, distintos estilos de pastores. Un discurso político que no quiere ser político, que viene de otro lado, política de la no política, del “lo nuevo” versus “lo viejo”.

Decía Foucault, puesto a investigar el liberalismo, que Occidente despliega desde el “gobierno de las almas” hasta distintos modos de “gubernamentalidad”. ¿Estaríamos hoy ante una regresión o nueva versión de una pastoral política con inspiraciones espiritualistas de diverso origen? Dominar seduciendo. Si bien hay una afluencia de saberes de Oriente, sin embargo podemos decir que están en una mezcla, una nueva y original amalgama de fuentes occidentales con las versiones importadas y recreadas de Oriente en Occidente: por ejemplo, habría un “liberalismo zen” o una “espiritualidad individualista New Age”.

¿Qué ofrece Apple además de un buen aparato? ¿Es Steve Jobs un seductor “self-made man” y gurú de la vida? Dicen que en el campo de las corporaciones hace tiempo que se dan cursos sobre “El Arte de la Guerra” de Sun Tzu, un libro de estrategia que circula en ediciones baratas de bolsillo. También hay libros de preceptiva empresarial basados en órdenes católicas. Incluso otros más académicos se ha ocupado de la parte oriental (Watts, Fayard, Jullien) y de la seducción (Baudrillard) Si bien el “flower-power” antisistema se disolvió o fue derrotado, una parte del “Amor y Paz” de cierto estilo californiano pasó a las esferas del poder corporativo y político. “Be Yourself”, “Follow Your Dreams”, “Just Do It”. ¿Qué pasa aquí? Que la seducción supuestamente operaría “por tu bien” o “a tu favor”.

A pesar de las ondas de amor que mandan los políticos por arriba, por abajo en los adeptos se estila el odio y el desprecio por quienes no son de “los nuestros”. Doble faz: liderazgos de la “Era Soft” conllevan adherentes furiosos, fans skinheads. Seducción versus confrontación subterránea o facebookera. Al mismo tiempo, se apela al individuo (“a vos”) en un contexto político cultural sin referencias trascendentes (como dice Lucas Rubinich en twitter), contexto de colectivos sociales de lazos flojos, donde una especie de racionalidad individual debe resolver todos los problemas posibles, a lo sumo en agrupamientos coyunturales de corto alcance, en bandada. En cierta forma, hoy se pueden ver a distintos grupos políticos como subgrupos de creeencias o sectores de espiritualidad con contenidos divergentes, partidos políticos como grupos de “autoayuda mutua”.

Tal vez la política New Age no sea más que una tilingada porteña del Bajo de C.A.B.A. y zona Norte. Tal vez la mentada posmodernidad -hoy pasada de moda y que se discutió casualmente en los años noventa en Argentina- sea esto a lo que asistimos de manera tardía: la transformación del terreno de juego o del campo de batalla en otra cosa, una modificación sensible del tablero, cuando la política del siglo veinte ya no sirve más, deja de funcionar, es un sistema operativo que “ya no corre” (Windows 98); donde todavía quedan gestos remanentes de la “vieja guardia”, la “vieja escuela”, con las “hilachas de tradiciones” políticas (Lucas Rubinich en twitter) con generaciones políticas que insisten en parecer modernos.

Más allá de la convicción racional y persuasiva, las adhesiones políticas parecen tramitarse de otro modo, en una frecuencia diferente, más oscura, de manera transversal y hasta sorpresiva entre las que fueron nítidas clases o sectores sociales: la seducción difusa del “self”. Sin embargo hay lastres en todas partes, cuando se delata lo esperpéntico de la época anterior, de la pre-afabilidad, en las peleas y discusiones. Habría que analizar la modalidad de la pastoral y la seducción buscando razones donde no las hay y ni siquiera se las usa. Habrá que seguir el hilo de un ovillo con mucho para interrogar y discutir. La anotación principal sería que la política estaría en un trance por el cual se ocuparía menos de convencer o persuadir que de seducir. El “ciudadano” antes parte del “pueblo” sería una molécula díscola e impredecible que se debe “atraer”. Quizás antes que un cambio de época sea apenas la extensión de una nueva “sensibilidad”. Quizás transitamos de una época de domadores y pastores a otra signada por los encantadores de serpientes.

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